domingo, 7 de marzo de 2010

Matinal de triunfo en la Monumental de Collserola

Día desapacible el que se presentaba para esta matinal en la monumental de Collserola. El tiempo no parecía querer acompañar una faena digna de recordar.



El cartel de la fiesta imprimía en letras de molde el nombre de los cuatro espadas a los que poco importó el desapacible aire que removía el albero.



El cartel era de postín ya que congregaba, nada más y nada menos que a :



- Vestido de grana y azabache Xavi, er niño de Sant Cugat

- Ataviado con cielo y negro, Pedro, er de la Noé

- Con sobrio terno azabache, Marcelo, er maestro arbiselehte

- Enfundado en clásico traje de luces de purísima y alamares de oro, Javier, er de la quinta der sesantaicuatro



Y es que, a pesar de los agoreros pronósticos, los 4 diestros 4 respondieron presente cuando el clarín señaló el principio de los festejos.



A los sones del pasodoble torero “Francisco Alegre y olé” la comitiva inicia el paseíllo dirigiéndose desde la entrada del burladero de Sant Cugat a la presidencia, encaramada en lo alto de la torre de los Pajaritos, no sin antes recogerse durante unos momentos de fervor ante la efigie del santo Medir.



¡Bonito camino el que lleva al santo, al que saludamos desde las alturas del camino de ronda!



Pero, pronto el clarín del miedo reuena y, bajo la presidencia de la torre de los pájaros, los diestros vislumbramos el primer torito de la matinal. Con el desparpajo de los maestros er maestro arbiselehte lanza verónicas y estatuarios a derecha e izquierda. Eso se llama llamar, mandar y templar.



Buena faena clásica la der shikiyo der sesantaicuatro, con dos naturales de muleta y solo un pie tocando el albero, para relanzar con poderío.



Al punto los dos diestros de cielo-oro y grana-azabache surgen felices tras la buena faena de muletas.



Así cae el primer bisho del día, de nombre “Pajarito”.



Saludamos en ese punto al diestro Alberto, er niño del Jarabe y Chiquitín, er grande de Barselona, con quien intercambiamos saludos y anunciamos que deseamos lidiar al mismísimo Minotauro del Laberinto.



Compartimos suerte con estos dos afamados espadas, que nos presentan a la mismísima puerta de toriles.



Allí er niño del jarabe me da la alternativa con el estoque y yo saludo a la concurrencia, mirando al mundo desde el centro del albero y lanzando un sonoro ¡va por ustedes!



Así que tomo la muleta y observo aquel minotauro astifino, cárdeno bragado, resabido por tantas lides.



¡Qué disfrute sentir el poderío y coronar cada pase con un sonoro OOOOOOLE del público enfervorecido! A cada embestida del minotauro arrancaban los diestros altas verónicas de fina escuela y pases de pecho que hacían rugir la arena.



Sólo Chiquitín, er grande de Barcelona, se arrima en exceso y tiene una voltereta en una embestida en la que el animal entra derrotando con sus mortíferas astas.



Afortunadamente, er grande sale por su pie y la anécdota queda en susto sin afectar a las partes blandas del diestro.



Al punto, para cerrar faena, el diestro del jarabe decide entrar a matar con nueva suerte taurina: el trampolín de los peligros.



Contenemos la respiración cuando el espada encara el morlaco, se lanza a moderada velocidad, para al borde del abismo, templa, manda y saluda tras bordar la suerte. El resto de diestros decide dejarle disfrutar del calor del público en soledad, sabiendo que esos momentos dulces compensan de tantos sinsabores y cornadas.



Nos despedimos, pues, der niño del jarabe y del Chiquitín grande de Barselona, esperando que la lidia nos congregue en próximos festejos.



Y, con esperanza de nuevos trofeos, los cuatro diestros restantes encaramos las sinuosas laderas del Mundet, que resulta ser toro peleón y de incómoda faena.



La siguiente lidia es disfrutona, casi una novillada popular en comparación, pero ¡cuánto arte en cada quiebro! ¡Qué velocidad y qué serenidad en cada natural con salto de rana y en la traca final: ese supertobogán en el que todos disfrutamos como en corrida de fiesta mayor!



Desde lo alto, unos curiosos miran con respeto el novillo y lo encuentran demasiado bravo. Así que los cuatro diestros vuelven a subir para repetir suerte, adornándose en cada pase. Vemos a Pedro, er de la Noé, templando en cada momento y a Marcelo, er maestro arbiselehte, bordando con su arte cada lance, a Xavi, er niño de Sant Cugat, arrancando bravos y ar nene der sesantaicuatro, saltando sobre las olas…



Pero el clarín da el primer aviso: el tiempo apremia y 2 morlacos 2 nos esperan aún en toriles. El primero (la Pared II) nos mira desafiante desde lo alto de su atalaya, escarbando el albero con su pezuña, transformado en proceloso barro. Y a porta gayola recibe el maestro arbiselehte, haciendo surgir una ovación de admiración en el público.



Javier, er del sesantaicuatro, recibe el abrazo del maestro y salta al ruedo. Baja, manda, templa, apunta y clava banderillas en todo lo alto. Ruge enfervorecido el coso con pañuelos pidiendo trofeos de la bestia abatida.



Dos diestros observan la suerte y consideran, con buen criterio, que es más prudente adornarse en otra ocasión ante tal bicho.



Presentamos en sociedad la pared de Can Llosas, temible morlaco cincoañero de resabidas maneras. Sin embargo, como ya había sido lidiado en anteriores faenas y ya había sonado el tercer aviso, decidimos abreviar faena.



Queda pues indultado el astifino (por el momento).



Y, de paso, de paso, decidimos dominar otro semental de recia casta: la Pared I, que cae, igualmente, ante la mirada atónita del numeroso público.



El diestro Marcelo adorna incluso su faena con equilibrios al borde del abismo. ¡Oooooolé!



Balance final: una preciosa corrida en la que se abatieron fieras reses de la ganadería de Paredes, con mención especial al semental Minotauro.



Triunfo apoteósico en la monumental de Collserola. Seis orejas cortadas, dos rabos y hasta un toro indultado por su excepcional casta.



La despedida es efusiva: “Pronto en el coso del Garraf o en cualquier plaza mayor de pueblo…”Es que, estimados lectores, días así crean afición verdadera en estos lares.



Y, para celebrarlo, opípara comilona con amigos (con el maestro Jordi, convaleciente de su última cornada).



No, si al final va a ser verdad que hay días que tooodo sale bien.

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