miércoles, 18 de agosto de 2010

Strangers in the night II

¿Qué tiene el verano que a todos nos altera?

Eso me quedé pensando tras mi último encuentro en la tercera fase en las montañas de Barcelona.

En muchas ocasiones circulo solo por la montaña, ya sea a pie o en bici de montaña.

Iba solo aquel viernes 13 de noviembre de 2009 en el que disfruté del paisaje y paisanaje de Collserola florido, con encuentros absolutamente atípicos (Strangers in the Night- Crónica de un viernes 13).

Pero en este caso, no era así. Circulaba por la montaña en una tarde de verano en compañía de un buen amigo, aquel que me inoculó en las venas el vicio de la bicicleta de montaña y el de bajar por sitios casi impracticables.

Disfrutábamos de la subida pensando ya en la bajada que encontraríamos pronto: un sendero que había limpiado completamente tras varios días de sierra y que podíamos por fin redescubrir.

El sendero había quedado cerrado tras varias temporadas desastrosas con vendavales y árboles rotos por la nieve. Al no ser posible el paso, la vegetación había crecido hasta impedir del todo el paso.

Fue necesario dedicarle tiempo y paciencia para poder liberar ese camino deseado, tirando de sierra y sudor. Pero todo eso ya era pasado y ahora tocaba solo disfrutar.

El primer tramo es realmente pendiente y tiene unas raíces impresionantes que solo pueden pasarse con éxito si el terreno está seco. En otro caso, no hay suficiente adherencia y la bajada es impracticable.

En esta tarde de verano seco, el terreno estaba en sazón y pudimos disfrutar sobre nuestras bicis.

Al acabar ese primer tramo sonreímos felices en medio del bosque, contentos de haber podido volver a disfrutar de ese camino tras mucho tiempo.

Al dirigirnos hacia la salida pasé delante por un sendero estrecho.

De repente en un pequeño recodo del camino, ví la mantita azul y blanca en el suelo. Tumbado en ella había un joven que me miraba sorprendido.

Al momento (todo transcurrió en un instante) me encontré con otro joven de pie frente a mí, con los brazos a los lados, pero dirigiendo su dedo más largo amenazador hacia mí.

No sé si me explico: ví que no llevaba ropa alguna y, al hacerme frente, su dardo en flor me apuntaba directamente.

¿Qué hacer? ¿Qué no hacer?

Preguntarles si necesitaban algo o si estaban perdidos me parecía fuera de lugar. Pararme para disculparme por la molestia quizás les habría incomodado.

Al fin (esto es, un milisegundo más tarde) seguí sin pararme y saludé cortesmente con un sonoro "¡Buenas tardes!" que me devolvieron amablemente.

Ya decía mi madre que la buena educación nunca estará fuera de sitio y, quizás, te saque de una situación inesperada. ;-)

Y ahora, para que veais que es útil saber idiomas os enseño un video colgado en youtube por loulogio con el que me he reído de lo lindo :

En los culebrones indios se habla español

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