martes, 17 de noviembre de 2009

Cuidadín con el IKEA

Un pajarito me ha hablado de compartir una ruta en bici por Arbucies y otro me habla de Badalona.

Lo de Arbucies puede estar bien, pero lo de Badalona quizás también. Al final me va a ocurrir como al asno de Buridán. Incapaz de decidir dónde comer, acabaré muriendo de inanición.

¡Dios mío, antes era indeciso, pero es que ahora ya ni sé si lo soy!

El punto de encuentro de la ruta de Badalona es el IKEA.

A mí particularmente es un sitio que me da mucho, mucho respeto porque la última vez que fui allí lo pasé realmente mal, pero mal , mal.

Tanto respeto que no sé si contarlo.


¿No?


¿Sí?


¿No?



¿Sí?



¿No?


¿Sí?



¿No?


¿Sí?


Bueeeeeeno, vaaaaaaaaaaaa... porque habéis insistido mucho.

Para que veáis que me preocupo por vosotros, os comento lo que me pasó en septiembre pasado en el IKEA de Badalona y ya entenderéis el respeto que me provoca.

Os lo cuento para que estéis al tanto y no os vaya a ocurrir a vosotros, ¿eh?

Mi mujer llevaba un tiempo diciéndome que tenía que ir al IKEA a comprar una estantería. Había elegido modelo y todo y sólo tenía que ir a buscarla. El caso es que me acabó arrinconando. Me quedó claro que la elección era : visita al IKEA o dos meses de ostracismo afectivo (lease sexual).

Tras sopesar durante 2.5 segundos dije que sí, que me apetecía un montón ir yo solo un sábado por la mañana, porque seguro que habría menos gente.

¡Y una leche! Aquello estaba a reventar. Pero ¿no dicen que hay crisis?

Al final pasé allí casi tres horas para una p#t@ estantería.

Mientras estaba colocando unas correas en el maletero para sujetar el pedazo de paquete, resulta que dos chicas bastante guapas de entre 18 y 20 años se me acercaron al coche.

-Hombre-pensé-, seguro que no es para ligar. Estarán de promoción de tarjetas de crédito o de vodafone, pero el caso es que son guapas.

La verdad es que me sorprendió un poco que propusieran limpiarme el parabrisas con esponjas, pero en fin, no me atreví a decir que no.

- Pues nada, nada, -me dijeron- siéntese en el coche, mientras le limpiamos el parabrisas.

El caso es que, mientras iban limpiando, se inclinaban hacia mí y, claro, llevaban uno de esos escotes que te hacen pensar en tonterías.

Yo, claro, pensaba en los atascos, en la levedad de la materia, en las pasarelas espacio-temporales... En fin, en cualquier cosa con tal de no mirar aquello, pero ¡vamos! es que parecía que lo hicieran a propósitio.

No sé si era yo o si realmente hacían salir disimuladamente la pechuga por el escote de las camisas, que llevaban bastante apretaditas.

Yo hacía por no mirar mucho, pero uno no es de piedra y, de vez en cuando, sí que se me escapaba el ojo.

Al final, les dí las gracias y les propuse una pequeña propina.

Ellas, muy dignas, me dijeron que no, que esto lo pagaba el IKEA, pero que, si no me venía mal, me agradecerían un montón que las acercara hasta el otro IKEA que está cerca de Hospitalet.

Viendo que no tenía demasiada prisa y que me quedaban por comprar algunas cosas que no había encontrado allí, yo dije que sí.

El caso es que subieron al coche y se sentaron las dos atrás.

Yo iba conduciendo tranquilamente cuando, de repente, veo por el retrovisor que entre ellas empezaban a acariciarse. Ostras, al poco aquello ya no eran caricias, ya eran juegos lésbicos. Me quedé sin saber qué decir.

Imaginaos el plan. Yo mirando hacia delante, colorao como un tomate y ellas allí, dale que dale.

Fui callado, echando de vez en cuando una miradita para ver que ellas seguían liadas.

Se me hizo eterno hasta que llegamos al parking del otro IKEA.

De repente, una de ellas se subió en el asiento de delante y me hizo una felación brutal, mientras la otra sin darme cuenta, me robó la cartera.

Con este ingenioso sistema me robaron la cartera aquel sábado, el martes, el miércoles, dos veces el jueves y otra vez el sábado siguiente y, probablemente, si hubiera vuelto a ir, también el otro viernes por la tarde y el sábado.

Así que ¡avisados quedáis! Estaos atentos e id con cuidado por el IKEA ...

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