lunes, 20 de septiembre de 2010

Del noble arte de la cotillería

Del noble arte de la cotillería

Don Sinforoso Culoprieto (el nombre, claro está, es ficticio) ha dedicado toda su vida profesional al noble arte de la cotillería.

Por su comercio barcelonés han pasado pechos de todas las formas, tamaños y texturas. Pechos altos, exultantes, bizcos, turgentes, asimétricos, oprimidos, en ciernes, generosos, han acudido durante años a recabar su consejo. Don Sinforoso, con proverbial profesionalidad, se ha ocupado diligentemente en calzarlos dentro de esos adminículos que conocemos con el prosaico nombre de "sujetadores".


Poco imaginaba el joven Sinforoso, al comenzar su andadura en el comercio, cuáles iban a ser sus derroteros. Poco imaginaba ¡colmo de la profesionalidad! que acabaría viendo pechos donde otros solo alcanzan a ver tetas.


Y tras tantos años de consejo a pecho ajeno, don Sinforoso nos sorprende con una aseveración inesperada: el 80% de las mujeres no sabe qué talla de sujetador debe utilizar.

Pero su profesionalidad nos ilustra, al explicarnos con toda nitidez cómo puede cualquiera tener la certeza absoluta de no utilizar una talla inadecuada.

Escuchamos con interés, conscientes de que, si entendemos el pecho de las mujeres, entenderemos un poco más a éstas y quizás, quizás, ¿quién sabe?, nos asomemos al misterio.


- Es fácil, nos dice. Basta con medir con una cinta métrica el contorno bajo los pechos y sumarle 15 cm. Eso nos dará la talla de base. Si hemos obtenido una medida de 75 cm, nuestra talla será la 90.

Respiramos con alivio. ¡La medida de la talla de base, esto es, la medida sin pechos, puede obtenerse sin necesidad de extirpárselos!

Puede que la medida por debajo de los pechos no sea del todo precisa, pero si un profesional como don Sinforoso la avala, podemos estar tranquilos.

Pero ¿y toda esa profusión de letras tras un científico número?

- ¡Todo lo queréis saber!, replica don Sinforoso con un guiño cómplice y una sonrisa ladeada. ¡Es aún más simple! Se trata de obtener otra medición, pero esta vez (¡seamos aún más profesionales si cabe y no dejemos que nos tiemble el pulso!) mediremos por encima del esternón por la línea de máximo diámetro. Sí, sí, en la cresta del pecho. Ahora se trata sólo de comparar esta nueva medición con la medida de base. Si la nueva medida es igual a la de base tenemos la talla B. Si fuera tres cm menor, la talla sería A.

- ¿Y si la medida es superior?- preguntamos ufanos.

- Aquello ya son palabras mayores, responde el probo cotillero. Cada tres centímetros adicionales nos dan una talla. Si la medida fuera tres centímetros mayor, sería la talla C. Si fueran seis, sería la D. Nueve nos darían la E. Y así sucesivamente hasta la talla I.

A estas alturas uno imagina lo que deber significar una talla I, pero pronto, presa del vértigo, debe abandonar sus ensoñaciones.

Para caer a tierra, el cronista se mide los pechos para constatar tristemente que no llega a la talla 100A.

Tampoco es demasiado sorprendente. Por debajo de ciertos valores, el sujetador no tiene razón de ser.

Quedamos felices porque hemos comprendido algo. Sabemos que es difícil entender todo sobre las mujeres, pero al menos entendemos una parte.

Por algo se empieza.

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